domingo, 4 de abril de 2010

El Salvador o Los Sentidos

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El viaje a El Salvador ha sido una escapada a los sentidos, a todos ellos: la vista de los volcanes, el sabor de los jocotes, el olor del bálsamo, el oído de las chicharras y el calor.
El calor ha sido sofocante, constante, las chicharras unas ruidosas del infierno, la luna era una naranja nocturna en Ataco.
Las ruinas arqueológicas no son muy llamativas pero ha sido fantástico visitarlas con quien las conoce tan de cerca y sabe cuál es la situación de la arqueología.
San Salvador, la pobre, necesita del alcalde-presidente Raúl para ser recuperada, para volver a lucir como debió hacerlo antes de 1960s.
Son muy llamativos los edificios, las casas y las iglesias de lámina troquelada, al principio parecen muy pobre y hasta tristes, pero luego se ve su sentido y su atractivo, una pena que estén en tan malas condiciones.





Los vendedores siempre me parecieron personajes llamativos, y aquí las mujeres que venden desde fruta (mangos, jocotes) hasta bebidas, cualquier cosa, llevan delantales con volantes de colores, cortitos, como una falda que se mueve al ritmo de la carga sobre sus cabezas. Otro vendedor llamativo fue el que en el mercado de Santa Tecla nos dijo: ¿veneno les doy?





El mercado central es todo un mundo, también los puestos de fuera, puedes encontrar carne, pescado, frutas muy extrañas como los marañones-anacardos, tucanes, iguanas (incluso te las preparan), patitos, conchas de armadillos, hierbas de muchas clases…



En el campo lo más llamativo, o mejor dicho lo más ruidoso, son las chicharras que no suenan como las que conocemos sino que lo hacen como un ruido ensordecedor, penetrante. También están los volcanes siempre presentes, con sus terremotos.
Los pueblos están bastante más cuidados que los de México, aunque Raúl se queje. Santa Ana y Ataco probablemente los más bonitos: Santa Ana por ser una ciudad cuidad, con mucha vida, con el teatro y todas las casas bajas, igual que Ataco pero aquí con un sabor de montaña, suelo empedrado, la luna, las pupusas, la procesión…



San Andrés es un sitio no sólo prehispánico, también tiene un ingenio de añil.



Joya del Cerén me resultó algo decepcionante por ser tan pequeña, escasa, y sin embargo llena de información que pueda ser interpretada y esperamos que no se pierda.





En Chalchuapa están Casa Blanca y el sapito de barro de Raúl y la pirámide de Boggs en Tazumal, además de una laguna-volcán, la iglesia blanca colonial y un pollo campero.



Y las últimas ruinas fueron las de Cihuatán, un lugar muy seco, donde una iguana gris se lanzó desde un árbol y salío corriendo, despertándonos del calor, no había una sombra donde esconderse.



Un lugar bien bonito fue la laguna verde en Apaneca, otro lago volcánico con sus pinares, y alrededor del pueblo los cerros dibujados con las cuadrículas de las plantaciones de café.





En Juayúa vimos las alfombras de flores y con algún tipo de resinas olorosas.



El intento de ir a la playa no funcionó bien, no fuimos a las playas bonitas pero el recorrido en coche me gustó mucho por el bajío, tan caluroso, rojizo, marrón, casas-chozas, la carretera montañosa, la música y la compañía.
En Santa Tecla me gustó el café-ayuntamiento, el asilo que habría que reutilizar, el futuro museo, el parque del Cafetalón, la tranquilidad, la calle de las pupuserías (y también la de Antiguo Cuscatlán) y el Boquerón y con su subida, un jardín con un volcán apagado.





Ha sido un viaje muy especial, muy lindo. Salir de México, sentirme tan bien. Se parece a México pero es más alcanzable, pequeño, amable.
Quedan por decir algunas ideas:
-la llegada, el calor, y el viaje con Jorge el amigo de Raúl a Texacuangos, las risas y las sorpresas.
-las dos tardes-noches con Crispín, sus leyendas, aventuras, y el café con Marielba.
-la casa de Raúl y su familia.
-la señora en Chalchuapa con el pavo en el bolso, viajando tan contento.
-los autobuses y los vendedores en ellos.
-todo lo que me contó Raúl, todos sus comentarios, todos sus ‘linda’, sus intentos por imitar mi español…



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2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que buen relato!!. Dan ganas de salir para allá, de conocer esas gentes y dejarse acompañar.

Ales dijo...

¡¡Por fin un mercado en el que venden veneno!! ¿Te dejarán probarlo antes?