jueves, 19 de agosto de 2010

Tormenta

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Para una vez, ¡una vez! que consigo sacarle una foto, una maldita foto, al cielo de esta ciudad que se pone todo verde cuando va a llover y que ¡además sale bien y verde!, voy y la borro...

Seré idiota...

Ahora siguen los relámpagos y truenos, tiemblan las ventanas...




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jueves, 12 de agosto de 2010

El Salvador en verde

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Y aquí va la crónica del viaje a El Salvador.

El avión esta vez voló sobre Veracruz y Catemaco, cruzó Yucatán, y aterricé en una mancha verde de mil tonos, de verde maíz, de verde palmera, de verde muchos-árboles y de verde hierba. El color verde ha acompañado toda la aventura, en los árboles y el suelo, siempre visible desde la ventanilla de los buses o en cada ciudad. También nos acompañó la lluvia, claro: es temporada...
El aeropuerto está cerca de la costa y al bajar del avión se nota el calor y la humedad, y tuve un rato para aclimatarme mientras esperaba a Raul y Jorge y los taxistas se preguntaban si me habían abandonado.

El lunes después de hacer unos recados nos fuimos a Panchimalco en una secuencia interminable de buses y vendedores, con las propuestas de acabar con ellos que me parecieron exageradas –el viernes ya no me lo parecían-.
Panchimalco es un pequeño pueblo muy cerca de San Salvador, donde visitamos una bonita iglesia. Aprovechamos la tormenta para cotillear-andar de metiches con un par de palomas y dormimos un ratillo en el atrio.



Esta iglesia aparece en una película de 1954 “Los piratas negros”, aquí está un fragmento.




Después paseamos un poco por el pueblo y pasamos por la galería y Casa-Taller Encuentros de Miguel Angel Ramírez que nos enseñó el precioso jardín y sus trabajos sobre Inocencia y de otros autores y estudiantes, en especial las esculturas junto al río que se acomodan en las piedras.



Como ya estaba demasiado nublado nos volvimos a Santa Tecla, de nuevo de un bus en otro, y como poco se puede hacer en ellos pues rezamos a las mil estampitas que llevan para llegar enteros.
Al bajarnos del bus en el centro de Santa Tecla nos llovía a mares y aunque yo insistía en esperar en el kiosko de la plaza, me obligaron a correr a los soportales y llegar al palacio-cafetería, y de allí llegamos a la pupusería para intentar entrar en calor con unas pupusas y chocolate, ay, llegamos a casa chorreando literalmente, las botas completamente caladas pero contentos.

El martes volvimos al centro, a discutir por los vendedores y refrescarnos en el Museo de Arte Moderno MARTE con la exposición de litografías de Picasso –más discusión sobre arte- y el corto “Cinema Libertad”.

Aquí añado unos cuantos carteles que encontramos a lo largo de la semana:
Sí, Pans&co llegó a El Salvador; en Suchitoto se toman muy en serio la violencia doméstica; pero en San Salvador ves los anuncios de 'se busca muchacha' y no para servir mesas.



El miércoles hicimos la mochila, nos llevamos la tienda –no la usamos, llovía demasiado- y nos marchamos a Suchitoto, a calor y la humedad. Suchitoto es una ciudad que mantiene su aspecto colonial de calles paralelas y perpendiculares, empedradas, casas con rejas y balcones, y una plaza con su iglesia bien bonita por dentro, tiendas y pupusas.



El hotel no estaba mal si no fuera por la araña, por los cabeceros sonoros que me dieron tanta risa y la falta de limpieza; el salón era cómodo aunque me ganaron al ajedrez de malas maneras, las vistas al lago-embalse son preciosas aunque sólo visibles desde el mirador y desde la casa de Alejandro Cotto.
Alejandro Cotto es todo un personaje de Suchitoto, es la memoria cultural de Suchitoto. Fue cineasta pero ya no se encuentran sus filmaciones por ninguna parte –si alguien conoce alguna, que me avise-, conoció medio mundo cultural americano, celebró el centenario de Suchitoto por todo lo alto, y como otro que yo sé –un beso, guapetón- odia y ama a su ciudad-país.



El jueves, después de visitar a Cotto, y bajo un calor agobiante dimos una vuelta viendo los balcones, las tiendas y las galerías, comimos durante la tormenta en la plaza y por la noche me vencieron vilmente al ajedrez…

El viernes subimos por última vez la horrible cuesta del hotel y tomamos el bus a Aguilares. En Aguilares me volví loca con el calor, los vendedores acosadores de buses y viajeros y el ruido de la música de las tiendas “para comprar barato a la Bomba debes ir, bomba, bomba”, hay que ver el vídeo…



Aquí tomamos el bus a La Palma, seguimos apretados y acosados por los vendedores de frutas, lámparas, dulces, marañones, etc. Y a pesar de todo esto, hubo un momento sorprendente donde creo que me encontré con una niña que viajó con nosotros a Panchimalco y nos fijamos la una en la otra. Las casualidades existen.
En La Palma visitamos las artesanías y la iglesia, que como las calles están adornadas con diseños basados en el trabajo de Fernando Llort, algunos me gustan más que otros.



El sábado, con mucha weba, volvimos hacia Panchimalco pero esta vez subimos a la Puerta del Diablo: dos peñas que resbalan agua por las hojas de las plantas hacia los valles que se dejan ver entre las nubes. Qué poco le gustan a Raul las tirolesas, los paracaídas, alas deltas, etc, con lo que me atraen a mí.



Volvimos pasando por el cine Libertad y en casa nos esperaban unos cafés, antes de salir a Rayuela: el bar de los de Humanidades, donde hablamos de las universidades y proyectos, de la guerra y guerrilla, muy animados.

El domingo me levanté contenta pero me fui entristeciendo, Raul andaba nervioso limpiando y ordenando, tal vez para no vagar como yo, achicopalada como me dijo. Nos despedimos con los últimos besos y abrazos, y de nuevo a la rutina y hasta que nos volvamos a ver.




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