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El viernes hice el primer contacto con la UNAM, ya lo había intentado un par de días antes pero no encontré la puerta, sí suena ridículo pero me cuesta mucho orientarme aquí. Al final, lo que hice fue seguir a unas personas que parecían estudiantes hasta entrar en el campus, y luego ya fue más fácil: me encontré con la Torre de Humanidades (foto 1) y a su lado el edificio de posgrado donde la coordinadora fue muy amable y me habló un poco de la reunión que habrá el miércoles para los estudiantes extranjeros.
De allí me fui a la Facultad de Filosofía y Letras, que está a continuación del edificio alargado de Derecho y junto a la Biblioteca que es el edificio más conocido de esta universidad (foto 2) donde se supone que el mural que cubre sus cuatro fachadas explica la historia del conocimiento de México. En la facultad hablé con la coordinadora de la maestría en mesoamericanos para poder acomodar algunas asignaturas en mi horario. Por dentro es como cualquier otra facultad: pasillos largos con aulas a los lados, más bien pequeñas, y luego otros pasillos con despachos de profesores y coordinadores.
Por supuesto, y ya me lo habían contado, entre las facultades hay puestos de comida que parece que sustituyen a nuestras cafeterías, y el de Psicología no está nada mal porque tiene vistas a la Biblioteca.
Después de un lío con los autobuses del campus (gratuitos, eficientes, destartalados, ruidosos, no volveré a quejarme de la emt) llegué al Instituto de Investigaciones Históricas (foto 3) que está en medio de su propia nada, perdido en un bosquecillo que en realidad cubre todo el campus excepto la zona principal donde está el rectorado y la biblioteca.
Parece imposible conocerse la universidad... Tengo que acostumbrarme a las distancias...
El viernes hice el primer contacto con la UNAM, ya lo había intentado un par de días antes pero no encontré la puerta, sí suena ridículo pero me cuesta mucho orientarme aquí. Al final, lo que hice fue seguir a unas personas que parecían estudiantes hasta entrar en el campus, y luego ya fue más fácil: me encontré con la Torre de Humanidades (foto 1) y a su lado el edificio de posgrado donde la coordinadora fue muy amable y me habló un poco de la reunión que habrá el miércoles para los estudiantes extranjeros.
De allí me fui a la Facultad de Filosofía y Letras, que está a continuación del edificio alargado de Derecho y junto a la Biblioteca que es el edificio más conocido de esta universidad (foto 2) donde se supone que el mural que cubre sus cuatro fachadas explica la historia del conocimiento de México. En la facultad hablé con la coordinadora de la maestría en mesoamericanos para poder acomodar algunas asignaturas en mi horario. Por dentro es como cualquier otra facultad: pasillos largos con aulas a los lados, más bien pequeñas, y luego otros pasillos con despachos de profesores y coordinadores.
Por supuesto, y ya me lo habían contado, entre las facultades hay puestos de comida que parece que sustituyen a nuestras cafeterías, y el de Psicología no está nada mal porque tiene vistas a la Biblioteca.
Después de un lío con los autobuses del campus (gratuitos, eficientes, destartalados, ruidosos, no volveré a quejarme de la emt) llegué al Instituto de Investigaciones Históricas (foto 3) que está en medio de su propia nada, perdido en un bosquecillo que en realidad cubre todo el campus excepto la zona principal donde está el rectorado y la biblioteca.
Parece imposible conocerse la universidad... Tengo que acostumbrarme a las distancias...
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